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¡Ya!

De nuevo era una niña. Y en mi recuerdo salía a correr por todo lugar recóndito que se me antojara: cruzaba charcos salpicándome de un marrón imposible de olvidar, escalaba veloz colinas que tapaban todo mi cielo, y al llegar, bajaba sintiendo el viento chocar en mis mofletes mientras los movía —plaf, plaf, plaf—. Mis piernas removían a su paso la hierba y los olores de infancia iban impregnando mi memoria que años después se convertiría en mi mejor aliada en tiempos difíciles. Los mechones de pelo se desprendían desobedientes de la goma que los sujetaba para pegarse en mi cara, mezclados con el sudor de aquella a la que tan solo le importaba seguir a sus piernas tan lejos donde la llevaran. Allá donde pasado y presente se convertían en uno. Aquí. Ahora. Me siento preparada, lista.

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